Una vez colocados los vehículos en su particular camino, de hierro en este caso, comenzaron a realizarse todo tipo de pruebas. A su vez, el Ayuntamiento de Bilbao debería de proceder a la contratación de nuevos trabajadores/as para el funi pues como dijimos, toda la anterior plantilla fue debidamente recolocada, jubilada o e indemnizada. A su vez, se debía de decidir qué precio tendría el nuevo funicular para  intentar no ya que pudiese llegar a obtener un coeficiente de explotación positivo (es decir que no tuviera déficit) sino que fuera lo menos gravoso para las arcas municipales.

Para ello se efectuaron los cálculos precisos que determinaron establecer un precio del billete ordinario de 35 pesetas, frente a las 7 pesetas que costaba el billete cuando se produjo el accidentes. Un incremento del 400 % en un periodo en que la inflación ascendió a aproximadamente un 190%. Aún así, como veremos, esa decisión de precios y otras circunstancias marcarían la mala situación financiera que siempre tuvo y tiene el  Funicular de Artxanda II.

Se fijó una inauguración algo artificial para el 30 de abril de 1983 cuando la verdadera, es decir, la que conseguiría volver a transportar pasajeros se dilató hasta el 17 de Junio.

¿Por qué tanta diferencia entre fechas cuando lo “normal” es que la inauguración oficial y la fecha de apertura al público sean o bien coincidentes o bien muy consecutivas?

Pues por una razón meramente electoral, en primer lugar, pero también personal puesto que el Alcalde que impulsó el proyecto no repetiría en su posible renovación habiendo sido sustituido en las planchas electorales por otro alcaldable que se presentaba a las elecciones tan solo una semana después de esta primera inauguración. Arriba, en la foto, el nuevo alcaldable. José María Robles sale delante del Alcalde saliente Jon Castañares en el viaje inaugural.

El Lehendakari zaharra, Jesús María Leizaola tuvo el honor de destapar la placa conmemorativa donde figura el nombre del Alcalde Castañares, exultante en la fotografía.

¡¡Por fin teníamos funi!!

No del todo porque, como decíamos, los ciudadanos de a pie tuvimos que esperar hasta el 17 de junio de 1983 para que el sueño de volver a subir a Artxanda en funicular se hiciera realidad. Pero como dice el refrán “Qué poco dura la alegría en casa del pobre” puesto que, poco más de dos meses después, unas terribles inundaciones asolaron en otros lugares Bilbao y del que no se libró el propio funicular que tuvo que paralizar el servicio durante unos tres meses.

 

[1] Decimos volver puesto que ya hubo que luchar para la recuperación del Funicular dañado por las tropas fascistas en el bombardeo de 1937.